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"Tupasy Maria" de autor Anónimo en Guaraní. Bolivia~Paraguay (Ca.1691).
La obra "Tupasy Maria" (Madre de Dios), en guaraní, es uno de los pocos ejemplos en esa lengua que han sobrevivido.
Las silenciosas figuras de ángeles músicos, tallados en los frisos sobre los muros de piedra del ábside de la iglesia de las ruinas de Trinidad, al sur del Paraguay, eran hasta hace una década y algo más, los únicos testimonios mudos acerca de la música en la que Voltaire llamó “República Jesuítica del Paraguay”; las Reducciones Jesuíticas establecidas en la entonces “Provincia Gigante de las Indias” (el Paraguay de los siglos XVII y XVIII) o “Provincia Paracuaria” (según los documentos de la orden fundada por el vasco Ignacio de Loyola), en territorios que hoy son paraguayos, argentinos, uruguayos, brasileños y bolivianos.
Sin embargo, había referencia sobre el universo musical de las Reducciones. Los cronistas y viajeros de la época relataban con vehemencia y admiración la excelencia de los coros y las orquestas indígenas formadas por los maestros jesuitas. Uno de ellos, José Cardiel, escribía en 1747: “Yo he atravesado toda Europa y en pocas catedrales he oído músicas mejores que estas en su conjunto”.
Lo que ha permitido conocer las modernas y numerosas investigaciones y estudio es que ese desarrollo musical se debía por una parte, a la natural aptitud y habilidad innata de los indígenas (guaraníes sobre todo, pero también otras parcialidades como los guayanás, guarayos, mbayas, chiquitos y otras ramas del frondoso tronco de la familia tupi-guaraní), lo que explica además el éxito de la utilización de la música como principal elemento de atracción para los indios por los misioneros (y franciscanos), y por otra parte, a que los misioneros jesuitas llegaban con una sólida formación académica, con conocimientos de la construcción de instrumentos y algunos, con una bien ganada fama en los círculos musicales europeos. Tal es el caso de Doménico Zipoli, originario de Prato (Italia), el más sobresaliente de los compositores de los jesuitas de las Reducciones, quien antes de establecerse en Córdoba (hoy Argentina) era uno de los organistas de más fama en Roma.
Aquello fue una verdadera ”operación internacional” para llevar y enseñar en América la mejor música europea. Hasta las Reducciones llegaron el español Rodrigo de Melgarejo, el francés Jean Vaisseau, el belga Louis Berger, el tirolés Antón Sepp, el suizo Martin Schmid.
Pero fue, tal vez, en el trabajo de búsqueda, investigación, restauración y catalogación del acervo musical de las Reducciones donde más se destacó el carácter “internacional” de la operación. En esta ingente obra colaboraron el uruguayo Lauro Ayestarán, el alemán Burkhard Jungcurt, el boliviano Carlos Seoane Urioste, los estadounidenses Clemente McNaspy S.J. y Frank Kennedy S.J., el argentino Gabriel Garrido, el padre polaco Piotr Nawrot SVD y otros,; especialmente, el maestro paraguayo Luis Szarán, gran estudioso y aun mayor divulga